martes, 19 de diciembre de 2017

UN RELATILLO. LA VIDA COTIDIANA TIENE SENTIDO Y PUEDE SER DURA SIN NECESIDAD DE INVENTARSE HISTORIETAS.


En un callejón de Madrid cercano a la Plaza Mayor sopla un viento frío y los escasos transeúntes se abrigan como para atravesar El Guadarrama. Está al caer la tarde decembrina, el sol esquivo y sin fuerza se esconde por los montes del Oeste siguiendo su vieja costumbre de desmentir el dicho de "salga el sol por Antequera". Tiendas abiertas que ofrecen sus mercancías. En un supermercado chino un amasijo de productos, objetos y cosas tan diferentes y variopintas que parecen volcadas directamente del camión a las estanterías; supermercados de consumo y mercadillo con carnicerías, verdulerías y pescaderías; tiendas de ropas rebajadas de precio, procedentes de todos los lugares con bajos salarios y explotación inmisericorde de niños y mujeres, por grandes cadenas mundiales de fabricación y comercialización, o incluso muchas piezas luciendo marcas falsificadas de las grandes productoras; algunas fruterías repletas como si todos los árboles acabasen de despojarse de sus frutos directamente en las cajas, o llevase en ellas desde el pasado verano; en fin, el estanco para los que siguen agarrados al vicio absurdo de chupar el pitillo y tragarse el mundo, la tienda de boletos para encontrar la suerte y con ella la felicidad, y bares, muchos bares.
Todo es cotidiano y normal, las gentes con trabajo van y vienen presurosas ya que actualmente el mercado de trabajo exige, no sólo preparación profesional, responsabilidad y voluntad de servicio y aprendizaje, sino también acomodarse a leyes y normas hechas para poder contratar a bajo precio y con escasos derechos laborales, cuando los hay. Son las consecuencias de la crisis financiera y económica del régimen del capital, pagada como siempre por las clases trabajadoras para mantener los beneficios y ganancias de éste, y de la existencia del ejército de reserva que permite decir al contratador "aceptas lo que te doy o que pase el siguiente". Por eso hay mucha gente con trabajo y salario que no llega a fin de mes, con sueldos que son un gran retroceso, ya no en relación a otros países y realidades que tenían un cierto estado de bienestar, en los que los trabajadores actualmente también viven sus recortes, problemas y penurias, sino en relación a la realidad española de hace una, dos, o tres décadas. No digamos ya el que no tiene trabajo, con un escaso subsidio o ninguno, o la mujer cobrando menos por el mismo trabajo y siendo despedida antes que el hombre, o las y los que trabajan a horas, no tienen contrato, hijos que mantener y vivienda de alquiler que, muchas veces, no pueden pagar. No describimos una situación catastrófica, repasamos por encima la realidad. 
Desde una ventana abierta suenan los sones de La Internacional tocados por los coros del Ejército Rojo de la Unión Soviética, el mismo ejército que clavó la bandera roja en el Reichstag después de derrotar a los ejércitos nazis y que desfiló durante muchos años por La Plaza Roja de Moscú. Otros tiempos, otras realidades, que no vamos a analizar hoy aquí. Hoy vamos a intentar ver y conocer la reacción de las gentes que pasan ante el himno histórico de la clase obrera. Vemos caras extrañadas como preguntándose qué es, otras indiferentes, hasta unas que discuten si es La Marsellesa o será una nueva sinfonía de Eurovisión. Sólo uno que pasa airado y levantando la mano abierta, exclama "rojos de mierda". 
A 620 quilómetros al noreste, en una avenida de Barcelona suena una sirena, se apartan los coches y la ambulancia se para ante un bloque de viviendas de clase media alta, con una librería llamada "LA SABIA". Suben a un quinto piso, donde la inquilina, propietaria de la librería les espera para que atiendan y recojan a una joven dependienta que ha sido atacada por unos energúmenos que querían que retirase del escaparate un libro que se llamaba "Los relatos callados del silencio y del miedo". Un libro que, al parecer, trataba de cosas referentes a unos grupos de gentes organizadas en brigadas de asalto, falansterios, o movimientos al estilo Zumalacárregui o Tradicionalista, capaces de concentrar y mover de manera disciplinada y encuadrada a centenares de miles de personas alrededor de los símbolos de una nueva religión, a las cuales se les ha prometido bienestar sin límites después de expulsar a los ladrones foráneos, no los propios,  que les roban,  poder, puestos de trabajo en las administraciones y embajadas que creen, multiplicando los centenares de miles que ya han creado.
De una ventana abierta surgen,como en Madrid, las notas de La internacional tocadas por una guitarra y las voces de varias mujeres que se asoman a la calle invitando a los transeúntes a que las sigan. El mismo efecto de sorpresa e incomprensión que mostraron en Madrid los ciudadanos y ciudadanas. Aquí las comparaciones de los sones fueron con El Virolai de Montserrat, El Cor Jove de l´Orfeó Català, o el himno de la Vía Báltica de Letonia. 
Parece que La internacional ha perdido audiencia, divulgadores organizados que no se limiten a cantarla en sus misas y, consecuentemente, se han reducido los seguidores que antes la veían como el himno de clase del compromiso militante por la libertad, la emancipación social, la paz y el socialismo. Tendremos que volverla a actualizar en los centros de trabajo y de estudio, en las calles, plazas e instituciones, para que vuelvan a estar en el centro de la vida social, cultural y política los problemas y condiciones de vida y de trabajo de las gentes, los programas y propuestas para la solución de los problemas y la mejora de su vida, la unidad, solidaridad e internacionalidad de la clase obrera y trabajadora y para que desaparezcan de la escena las guerras de banderas identitarias y racistas y surja de forma natural la roja de la solidaridad y la fraternidad, aunque ello sea en un largo proceso que estamos dispuestos a recorrer. Paco Frutos Gras.





  

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