viernes, 18 de agosto de 2017

ESCARBARON E INSTALARON EL NIDO DEL ESCORPIÓN. 
Y LLORAN COMO FALSOS COCODRILOS SUS MUERTOS.
NO LLORAN POR LOS DE DAMASCO, SON DE TERCERA.

RECORDAD LA GEOGRAFÍA POLÍTICA. 
De Afganistán, Yugoslavia, Iraq, Libia, Siria, Yemen, siempre Palestina, a Europa, pasando por Madrid, París, Londres, Niza, Berlín, y ahora Barcelona. Un largo camino para preguntarse de una vez quién ha sido el máximo multiplicador y difusor del fanatismo salafista, un movimiento político-religioso de raíz sunnita que dice basarse en el Corán y la Sunna y que reivindica los orígenes del Islam para extender la ideología de extrema derecha del Wahabismo saudí y catarí entre los musulmanes. Ideología en la que los jefes del dinero y del poder impulsan el yihadismo en el mundo, de dos formas: utilizando las madrasas y financiando mezquitas para adoctrinar, y el terrorismo contra el "infiel", sea musulmán, occidental u oriental. Crean personas con un instinto primario religioso capaz de obedecer ciegamente lo que manden los profetas de los círculos terroristas que envían a los iluminados sin luz a matar y destruir en nombre de Alá, con la garantía de que tendrán garantizado el paraíso. Tienen dinero, poder, dominio de tierras y personas, a través del control de riquezas inmensas en países poco habitados y de impulsar el fanatismo homicida y suicida para imponer el terror. Algo difícil de controlar y hacer retroceder a estas alturas, aunque no haya otra alternativa que hacerlo.
Volviendo al inicio, vamos a citar otra vez a los estados y a algunos personajes responsables: En Afganistán, los EEUU con Nixon, Johnson, Carter, de presidentes, son los responsables de crear, impulsar, armar y financiar el terrorismo de los talibanes con Bin Laden, hijo de un gran jeque saudí, a la cabeza, aliado de EEUU contra la Unión Soviética hasta que decide independizarse y actuar por su cuenta. EEUU dan así la salida a un movimiento terrorista amplio, organizado y preparado. Reagan y Bush padre continuaron su tarea allí y en todas partes hasta que llegó Bill Clinton para, de acuerdo con los estados canallas europeos, generar la guerra de Yugoslavia, para fragmentar un país, bombardear Serbia, crear grutas de narcotraficantes y traficantes de órganos en Kosovo. Y luego, Bush hijo inicia con grandes mentiras la destrucción de Iraq con centenares de miles de muertos, apoyado por Blair y Aznar. Y Obama, el negro que tenía que cambiar el alma  asesina de EEUU con su premio Nobel de la Paz, hace más guerras que nadie, ayudado por Hillary Clinton, en Libia y Siria, de acuerdo con las "democracias feudales de extrema derecha de Arabia Saudí y Qatar", a las que España, con el rey y los presidentes de gobierno como acompañantes de los empresarios de las armas, vende grandes cantidades de armamento para que continúen asesinando y armando a los terroristas. Y la Europa moral y politicamente miserable, es la fiel machaca de los EEUU del intervencionismo, el saqueo y la guerra. ¿Extraña ahora que el terrorismo se extienda como mancha de aceite por toda la Europa en la que pueda actuar? Tanto Gadafi como Assad ya denunciaron lo que pasaría, y como se extendería el terrorismo por Europa con las políticas de EEUU y europeas. No se equivocaron ni en una palabra. 
Quiero terminar con algo que valore y ponga, como mínimo, a todos los seres humanos en un mismo nivel para ser respetados y contribuir a que vivan en paz y con respeto total entre las creencias y costumbres religiosas diversas que pretendan el bien para la gente, su desarrollo cultural y humano y el máximo bienestar material posible de forma solidaria. Las personas asesinadas en Madrid, París, Niza, Londres, Berlín, Estocolmo o Barcelona tienen el mismo valor y merecen el mismo trato que las que fueron, y son, asesinadas en Afganistán, Pakistán, Iraq, Libia, Yemen o Siria. Con ello denuncio a los que sacan el lagrimal de cocodrilo y vociferan sin escrúpulos, hoy en Barcelona, cuando son los hipócritas causantes o corresponsables de tanto dolor. Con esperanza de que algún día sea así: malditos sean los culpables ante los ojos de una mayoría, todavía desinformada, pasiva, o cómplice, que mira hacia donde le indica el poder.
   

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