miércoles, 21 de junio de 2017

PREMIO PRINCESA DE ASTURIAS A LA CONCORDIA A LA UNIÓN EUROPEA.


Si no fuera porque el hecho en sí es grave ya que es una muestra más de la realidad que nos envuelve, me pegaría la gran carcajada. No puedo pegármela porque: 
1º.-  El premio es importante y tiene significación política, ya que en España todavía no hay una República y, sin haberla votado, tenemos una monarquía aunque muchos no la queramos. Por ello se debe exigir, como mínimo, que esta monarquía y sus intrumentos, cual es la Fundación Princesa de Asturias, creada en teoría para promover los valores científicos, culturales y humanísticos, no cometa cacicadas. 
2º.- El jurado de la Fundación premia, según afirma, el más largo periodo de paz que vive Europa después de la Segunda Guerra, en el 60 aniversario del Tratado de Roma, que dio origen a la UE. Y también porque la UE difunde valores como la libertad, la solidaridad y los derechos humanos. Recuerdo que ya en 2012 se concedió a la UE el Premio Nobel a la Paz.

Sin ánimo de aguar la fiesta del honorable jurado que otorgó el premio, voy a recordar unas simples cuestiones que deberían tenerse en cuenta por el jurado, o jurados, que conceden cartas de bonhomía, credibilidad democrática, sentido social y defensa de la paz, en este caso a la UE. La UE actual es una importante defensora del neoliberalismo y la especulación financiera, con la consecuente reducción de derechos laborales y sociales de las clases trabajadoras, la privatización de empresas y servicios, el impulso a las políticas armamentísticas..., porque su poder político e institucional sirve a un patrón principal: el capital poseedor de empresas, bancos y riquezas y la filosofía que emana de ello. Y aunque suene a repetición esquemática, esta UE no es la de los pueblos y sus derechos colectivos, sino la del capital y sus intereses privados y egoístas, algo que se expresa en todo: la política impuesta a Grecia, la actitud agresiva y peligrosa ante Rusia, la presencia activa en todas las guerras, desde Libia a Siria, pasando por Afganistán y Yugoslavia, y las alambradas cuando las gentes huyen de las guerras y hambrunas creadas por una política que ahora premia la Fundación Princesa de Asturias, aunque defienda que es para todo lo contrario. 
Resumiendo, y como gesto simbólico que no sirve para nada, propongo que la Fundación recobre el Pemio y lo ofrezca para un fondo de reconstrucción de Iraq, Libia, Siria, Yemen, los países más cercanos que han gozado de las excelencias de la UE en los últimos tiempos. Mi propuesta no es incompatible con otras que sean realmente decentes y solidarias.


LOS PREMIOS A LA PAZ Y A LA SOLIDARIDAD ENTRE LOS PUEBLOS PARA UNA VIDA DIGNA.

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