martes, 11 de octubre de 2016

EL TIEMPO QUE VIVÍMOS, ¿O SUFRIMOS?
Siento el tiempo desbocado
por tierra, mar y aire,
como una invasión silenciosa
de microorganismos en celo.
Ciego, mudo, indiferente, frío,
aparento sin éxito estar
para no deslizarme al abismo
de una nada inexistente.
Sin alterar su ritmo el tiempo
ni mostrar piedad o perdón,
convierte en polvo amarillento
la otrora brillante y altiva ilusión.
Deseos buenos y necesarios
no puedes acariciar y lanzar
a sustituir la realidad,
deforman hechos, cosas y personas.
En el quehacer del tiempo
oír la voz que clama ayuda,
sentir latir la sangre colectiva,
despreciar el rostro del canalla.
Cuando se ha fugado el verano
y el otoño despunta en la esquina
y las barbaries del dinero continúan
no hay dos caminos, sólo uno.
Aceptar que el tiempo impone
su irreversible ritmo, nunca
conciliar con sus fechorías,
contradicciones y crueldades.
Hoy aquí no es final de etapa,
continúa la anterior agravada
por su osadía, maldad y miedo,
por nuestro silencio y complicidad.
Hay un único camino para avanzar,
resistir contra su brutalidad,
despreciar y combatir su vulgaridad,
construir nuestro destino.
Parece imposible, peligroso
como peligrosa y caótica es la vida,
pero es simple, no ceder a sus políticas
ni en la palabra ni en la acción.
No claudicar ante sus amenazas,
no aceptar sus ordenos y mando,
ni creer a sus televisiones y diarios
escupir en la realidad que inventan.

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