viernes, 3 de junio de 2016

¿A QUÉ JUGABAN ESTOS NIÑOS?


¡A QUÉ JUGABAN ESTOS NIÑOS?        (3 DE JUNIO 2016)
(Relato de Carmen Vigo Navarrete en su blog "A medio camino")

Inmigrantes permanecen sobre la valla de Melilla, junto a un campo de golf. Ahogados en las playas mediterráneas.
Caras, brazos, piernas, cuerpos tendidos. No están tumbados para coger color o recuperar el aliento tras un baño fresco, están quemados por el sol y descompuestos por el tiempo que llevan muertos. Entre ellos, al menos, dos niños, aunque, quién sabe la verdad, quién los cuenta, cuántos se habrán hundido. Personas que pendían de un sueño que, durante algún momento, por muy corto que fuera en el tiempo, creyeron alcanzar. Madres, padres, mujeres, hijos, dibujaron besos en un adiós que, seguro, les asustaba, pero había que intentar, o eso creyeron. El hambre, la miseria, las persecuciones, las guerras, todo nuestro malfacer unido y confabulado para unas muertes programadas y dirigidas por todos nosotros.
Se han llevado consigo los recuerdos, o los han dejado en cada uno de esos familiares, amigos, conocidos que les despidieron con una mezcla de miedo y esperanza, como todos lo hacemos cuando nos despedimos de nuestros seres queridos. No son muñecos tirados sobre la arena, no es verdad que no tengan nombre, edad, domicilio, eran seres humanos como todos nosotros, con sus alegrías, risas, penas, disgustos, hambre, sueños, desengaños, esperanzas, anhelos. Ya está bien de verles como simples números, aunque así, sin detalles, no son más que muertos, simple y llanamente, cadáveres. Frío, muy frío, cuanto más gélido, menos nos impactan, cuanto más muertos, más nos acostumbramos a que nadie, absolutamente nadie mueve un dedo para evitar algo que sí es evitable.
La fuerza de la costumbre nos está llevando a ver atrocidades sin que actuemos, y lo que es peor, a mirar a otro lado y nadie, ningún país mueve un dedo asqueado ante lo que está ocurriendo, al contrario, la extrema derecha más racista va ganando terreno en esta nuestra vieja Europa y no quiero pensar qué podría ocurrir si el impresentable Donald Trump se convierte en presidente de los Estados Unidos.
Estoy harta, horrorizada, asqueada, cabreada, indignada, quiero saber los nombres, apellidos, estados civiles de esos muertos. Quiero que alguien me cuente qué sueños tenían, sus profesiones, a qué aspiraban, de qué huían, con qué reían, a quiénes amaban, quiénes eran sus amigos, a qué jugaban esos niños. No son unos cientos de cadáveres más perdidos en nuestro miserable egoísmo, son nuestros muertos y con ellos tenemos que seguir viviendo.
Carmen Vigo Navarrete.


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